Maldición gitana

Dicen los que saben, que existe una suerte de sentencia a la que muchos temen. Una maldición gitana que provoca pérdida de sueño y de algunas ilusiones también. 'Ojalá te enamores' dicen y maldicen.

Ojalá te enamores porque no es para cualquiera un sentimiento tan fuerte como el amor. Porque enamorarse es subirse a un tren que no se sabe a dónde va. Porque te hace débil frente a un solo par de ojos. 

A mi me da más miedo el desamor que el amor. El tener el corazón fraccionado y saber que la persona que lo provocó es la única capaz de arreglarlo. Me da miedo porque lo sentí. Y esa sentencia gitana contiene ese desamor impensado que de un momento a otro nos deja tumbados en un tártaro indeterminado. Como si nuestro corazón, que en ese momento es el mundo, se derrumbara completamente. Como un sismo que arrasa con todo lo que se encuentra en el camino. 

Se sabe, que dentro de aquél contrato implicito que es el amor, cabe la posibilidad de que alguna de las partes se desenamoren (o sientan menos amor por el otro desde un primer momento). Y duele, porque no siempre depende de nosotros el lograr esa estabilidad sentimental, cuando la construcción se hace de a dos. 

El problema del amor, es que a medida que pasa el tiempo, la venda del enamoramiento se va cayendo. Empezas a ver cosas que antes no podías advertir.  Y cuando eso ocurre, pero aún así lo  elegís, con esos defectos, virtudes, días malos y distancias, he aquí la sentencia ha cumplido su finalidad.

Ahora, ¿Existen los amores para toda la vida? ¿Acaso puedo exigir que el amor sea para siempre? ¿Hay diferentes tipos de amores?

Que sentencia tétrica y macabra el enamorarse. Pero cuando pasan los años y sonreís al recordar, al menos un poco, valió la pena la condena.