Magia




Existe una forma de mirar a los ojos de alguien más. Una magia. Casi un hechizo.
Una conexión de miradas que permite hundir el par de ojos en los otros y suma la premura de quedarse a vivir allí.
Imantación de pupilas que se poseen por una fuerza gravitacional quizá.
Indefectiblemente es magia. No puede tratarse de otra cosa.
Hay quienes aseguran que no es real. Otros, esperanzados, continúan la búsqueda hacia esos fanales que, aunque trillado parezca, logre enceguecerlos.
Lo cierto, es que existe, pero no es una magia para todos. 
Solo algunos afortunados coinciden en éste  furtivo encuentro.
Lo sé. Lo sé porque hay una mirada que me quema. Esa que se mete en mi tan profundamente, que logra darme miedo. Miedo a que pueda leer mis pensamientos. Miedo a que vea mi fragilidad ante su ser.
No es una mirada sencilla de afrontar. Es casi una radiografía del alma. Que te arrastra ante la verdad, cual detector de mentiras. Es entonces cuando un brillo particular hace su aparición, dejando sin habla al que lo observa y al que lo destila con rubor.
Indisimulable son los idiomas del corazón.
Pasó algún tiempo ya desde esa primera conexión entre nuestros ojos. La recuerdo. Aún me sigue quemando a la distancia. No fue una sola, no fue la única, pero siempre fue nuestra.
A veces, fantaseo con la idea de volverlo a ver, y es entonces cuando me acuerdo que aquél lenguaje hablaría más de todo lo que yo querría decir.
No se si estoy dispuesta.
No se si quiero que te des cuenta.
Ojalá no puedas leer en mí todo lo que hubiese dejado por quedarme con vos.



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